domingo, 16 de mayo de 2010

MARCHA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS



Caminando por la verdad, hacia un Estado Plurinacional
12 al 20 de mayo - 2010

DECLARACION DE LAS NACIONES ORIGINARIAS

Argentina es Plurinacional y Pluricultural. Pre-existimos más de 30 naciones originarias. Esa enorme riqueza cultural, representa: más de 20 idiomas preexistentes al castellanos; Cosmovisiones milenarias que a pesar de más de cinco siglos de represión religiosa mantienen el vinculo y la interdependencia con nuestros mundos naturales; Normas de justicia y convivencia que nos permite mantener un Sistema Comunitario de vida, en muchos territorios donde no llega el Estado; conocimientos, saberes y prácticas que sostienen nuestros sistemas de salud, nuestros sistemas de producción, y nuestros sistemas educativos, que sostienen identidades basados en principios éticos y morales, que pueden ser alternativas para una sociedad que hoy en día está acostumbrada a un sistema basado en la violencia, el consumismo y la explotación de nuestra madre naturaleza.
Sin embargo, esta diversidad cultural que durante 200 años de vida republicana, ha sido menospreciado, Invisible, clandestino, ocultados como un elemento de vergüenza, que hay que disimular. A pesar de ello, los Pueblos Indígenas en Argentina, nos hemos mantenido por la fuerza de nuestra memoria histórica y de nuestras cosmovisiones.
Esta exclusión se refleja con la aparición pública de nuestra imagen en épocas preelectorales o en festivales folclóricos, o en su caso en noticias trágicas, en donde somos víctimas de enfermedades y pestes de otra época.
Pero somos Pueblos Indígenas Originarios, Soberanos en nuestros territorios, tierras y recursos naturales. Territorio, cuyo Ejército Nacional Argentino, financiado por capitales británicos y la oligarquía terrateniente, llego con su carga de muerte, usurpación y destrucción, completando lo realizado por la corona española. Julio A. Roca generó el primer caso de Terrorismo de Estado, apremios ilegales, exiliados, desterrados, tráfico y apropiación de niños y desaparición forzosa de familias, comunidades y Pueblos enteros que aun esperamos la reparación histórica, que a muchas generaciones nos fue negada.
Reparación que no podíamos esperar de los héroes patricios, ni de discriminadores y racistas gobiernos, que se sucedieron hasta el día de hoy. Peor fue la suerte con nuestros pueblos, al caer en manos de gobiernos feudales en provincias donde la impunidad y el abuso de poder son algo que aun no se logra parar.
El reconocimiento jurídico y constitucional que tanta movilización y fuerza indígena exigió, hoy lo tenemos escrito, aprobado y es base para una nueva institucionalidad, de relación de Pueblos Indígena y Estados. Ello nos da una oportunidad histórica de avanzar hacia un Estado que reconozca y consolide un nuevo Estado Plurinacional, que contenga y se fortalezca constituyendo una sociedad pluralista y democrática.
Esta oportunidad que nos brinda la historia, es una forma de hacer una pausa ante el cambio planetario que nuestros mayores y sabios nos anunciaron durante siglos y que hoy se hacen evidentes en la crisis global climática, cultural y social. Nuestra Madre Naturaleza nos llama, nos sacude, nos golpea, para que paremos tanto saqueo irracional. Para estos cambios, no bastan cambios constitucionales. Se requiere un cambio político-cultural, de tiempos y de ética (principios). Un cambio del orden de las cosas, de los símbolos, del lenguaje, de los ritos, de los actos públicos e íntimos de la política.
En este cambio, los Pueblos Indígenas Originarios, nos comprometen a ser actores y sujetos históricos fundamentales.
El Bicentenario debe ser la oportunidad histórica para generar el acto de reivindicación que las naciones originarias esperan en el silencio de sus montes, cordilleras, estepas, valles y montañas. Un silencio que ha sido interrumpido por el tronar de motosierras que todo desmonta, el rugido de topadoras y explosivos de las mineras que todo lo vuelan, el ingreso de petroleras que todo lo envenenan, la penetración de iglesias y sectas que todo lo convierten, partidos políticos y ofertas electorales que quiebran toda la unidad comunitaria.
Para este acto de reivindicación, reparación y restitución histórica, es un buen augurio que sea una mujer Presidente, quien debe responder este desafío con el coraje histórico que requiere. Porque nuestra presencia con clara identidad indígena, a pesar de siglos de represión, explotación y despojo no sería igual, de no haber existido las Micaela Bastida, Guacolda, Juana Zurduy, Bartolina Sisa, Fresia, etc. Hoy, son ellas quienes sostienen la lucha inclaudicable por nuestras cosmovisiones, arte, idiomas, saberes y que son ejemplos de nuestras luchas territoriales.
Ellas también llegaran hasta la misma puerta del poder político en Plaza de Mayo, para oír la respuesta tan esperada de boca de la Presidente Cristina Kirchner. Allí llegarán cientos, miles marchando por nuestra identidad, historia y dignidad. Llegaremos desde los 4 puntos cardinales de nuestros territorios. Ante una población porteña que nos miraran curiosos y asombrados, estaremos los preexistentes. Los que no deberían existir según las profecías liberales y campañas republicanas del siglo XIX. Los que fuimos dados por muertos en la celebración del 1º Centenario.
Pero también estarán hermanos del pueblo argentino, los movimientos sociales, que reconocen a los pueblos indígenas preexistentes, los que reflexionan sobre este Bicentenario, los que cuestionan, los que no se sienten llamados a festejos ni fuegos artificiales, los que saben que vivimos un momento de intensa pulseada con los poderes tradicionales y coloniales, dispuestos a todo por mantener sus privilegios e impunidad. Estos poderes serán los últimos en aceptar lo que se viene, lo que debe ser: un siglo XXI de las identidades plurales, de las ciudadanías, y de naciones preexistentes que conviven en un Estado Plurinacional.

Pacto del Estado con los Pueblos Originarios
para la creación de un Estado Plurinacional

Reparación Territorial
• Decisión política Inmediata para se realice el reconocimiento y restitución a los Pueblos Originarios y sus comunidades de Tierras aptas y suficientes en manos del Estado nacional en jurisdicción de diversos organismos (Ejercito, Parques Nacionales, Universidades, etc.) para paliar la necesidad imperiosa de espacio físico para nuestro desarrollo económico y cultural
• Se reglamente y se aplique con urgencia el Derecho a la Consulta y Consentimiento, reconocido en diversos instrumentos jurídicos, como mecanismo de resguardo y protección de nuestras vidas y territorios.
• Que se ordene la mensura y titulación de todos los territorios comunitarios indígenas, como paso inmediato a la aplicación urgente del “Programa de Relevamiento Territorial – Ley 26.160 y 26.554, bajo el marco legal vigente.
• Decisión Presidencial de aplicar de una vez, la Ley de Relevamiento Territorial aprobada hace 4 años. Esta ley es frenada por los Gobernadores Provinciales, que por proteger intereses de terratenientes y empresarios impiden que se aplique. Pero el Estado nacional tiene plena facultades para implementarla a través de INAI.

Reparación Cultural/Educativo
• Se reconozcan las lenguas Indígenas como lenguas oficiales del Estado Argentino.
• Se reconocen las currículas interculturales, planes de estudios basados en los conocimientos ancestrales, cultura, historia, espiritualidad. y se crea las carreras necesarias al respecto.
• Crear Universidades y/o Institutos de formación educativa autónoma indígenas, con planes de formación sobre cultura, cosmovisión y conocimientos tradicionales.
• Eliminar del calendario oficial el feriado del 12 de Octubre, denominado “Día de la Raza” y promover las fechas sagradas de los Pueblos Originarios (Inti Raymi, Wiñoy Xipantu, Pachamama, etc.)
Reparación de nuestra Pachamama (Madre Naturaleza)
• Se declare la intangibilidad de los Glaciares, fuente sagrada del recurso Agua y se impida el uso industrial contaminante
• Una decisión presidencial que promueva el Tribunal de Justicia Climática y Ambiental que instale la salud y la vida de nuestra Madre naturaleza por encima del Código de Minería, de la destrucción de los desmontes, y del avance destructor de la industria Sojera.
• Deróguese el Código de Minería vigente.

Reparación Económica
• Se crea un Fondo Especial Permanente (Fondo Fiduciario) para contar con el presupuesto suficiente que permita la implementación de los Planes de Vidas que cada Pueblo definirá en sus territorios (Desarrollo desde la Identidad)

Bs As, 30 de Abril de 2010

sábado, 8 de mayo de 2010

"La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una subcultura"



El arzobispo de Poitiers ha hablado para Le Monde. El arzobispo de Poitiers, monseñor Albert Rouet es una de las figuras más libres del episcopado francés. Su obra “J’aimerais vous dire” (Me gustaría deciros) Bayard, 2009, es un best-seller en su categoría. Ha vendido más de 30.000 ejemplares, recibido el premio 2010 de los lectores de La Procure (la mayor librería católica de Francia), es un libro de entrevistas que lanza una mirada bastante crítica sobre la Iglesia católica. Con motivo de la Pascua, Rouet nos entrega sus reflexiones de actualidad y su diagnóstico sobre la institución.

La Iglesia católica se ve sacudida desde hace meses por la revelación de los escándalos de pedofilía en varios países europeos. ¿Le han sorprendido?

Me gustaría precisar una cosa primero: para que haya pedofilia se precisan dos condiciones, una perversión profunda y poder. Lo que significa que todo sistema cerrado, idealizado, sacralizado, es un peligro. En la medida en que una institución –incluida la Iglesia- se constituye en base a un derecho privado, se cree en posición de fuerza, ahí son posibles las derivas financieras o sexuales. Es lo que revela esta crisis y ello nos obliga a volver al Evangelio: la debilidad de Cristo es constitutiva de la forma de ser de la Iglesia.
En Francia, la Iglesia no tiene más este tipo de poder, por lo que estamos frente a faltas individuales, graves y condenables, pero no ante un asunto sistemático.

Estas revelaciones llegan después de varias crisis que han jalonado el pontificado de Benedicto XVI. ¿Qué es lo que pone a la Iglesia en apuros?

Desde hace algún tiempo, la Iglesia sufre tormentas internas y externas. Tenemos un papa que es más un teórico que un historiador. Sigue siendo el profesor que piensa que cuando un problema está bien planteado está ya medio resuelto. Pero en la vida, esto no es así; nos enfrentamos a la complejidad, a la resistencia de lo real. Lo vemos claramente en nuestras diócesis donde ¡hacemos lo que podemos! La Iglesia tiene dificultades para situarse en el agitado mundo de hoy. Y ese es el corazón del problema. Me preocupan dos cosas de la situación actual de la Iglesia. Se da hoy en ella una congelación de la palabra. Por tanto, cualquier cuestionamiento de la exégesis o de la moral se juzga blasfemo. El cuestionar es algo que ya no se produce automáticamente y es una pena. Al mismo tiempo, en la Iglesia reina una atmósfera de suspicacia malsana. La institución se enfrenta al centralismo romano que se apoya sobre toda una red de denuncias. Ciertas corrientes pasan el tiempo denunciando las posiciones de tal o cual obispo, haciendo informes contra uno, guardando fichas contra otro. Y esto se intensifica con Internet.
Por otro lado, veo una evolución de la Iglesia paralela a la de nuestra sociedad. La sociedad quiere más seguridad, más leyes; la Iglesia, más identidad, más decretos, más reglamentos. Nos protegemos, nos encerramos. Es la señal misma de un mundo cerrado, ¡y es un desastre!
En general, la Iglesia es un buen espejo de la sociedad. Pero actualmente, en su interior son especialmente fuertes las presiones relativas a la identidad. Hay toda una corriente, que no reflexiona mucho, que ha asumido una identidad de tipo reivindicativo. Después de la publicación en la prensa de caricaturas sobre la pedofilia en la Iglesia, ¡he recibido reacciones dignas de los integristas islámicos con ocasión de las caricaturas de Mahoma! Al aparecer de forma ofensiva, uno se descalifica.

El presidente de la conferencia episcopal, Monseñor André Vingt-Trois, ha vuelto a decirlo en Lourdes, el 26 de marzo: la Iglesia francesa está marcada por la crisis de vocaciones, el descenso en la transmisión de la fe, la disolución de la presencia cristiana en la sociedad. ¿Cómo vive usted esta situación?

Trato de tomar nota de que estamos al final de una época. Hemos pasado de un cristianismo de costumbre a un cristianismo de convicción. El cristianismo se había mantenido sobre el hecho de que se había reservado el monopolio de la gestión de lo sagrado y de las celebraciones. Con la llegada de nuevas religiones y con la secularización, la gente ya no recurre a esa idea de lo sagrado.
Pero ¿acaso podremos decir que la mariposa es “más” o “menos” que la crisálida? Es otra cosa. Por eso yo no razono en términos de degeneración o de abandono: estamos en proceso de mutación. Nos falta calcular la amplitud de esa mutación.
Mire mi diócesis: hace setenta años, tenía 800 curas. Hoy en día, tiene 200, pero también cuenta con 45 diáconos y 10. 000 personas involucradas en las 320 comunidades locales que comenzamos a crear hace quince años. Y eso es mejor. Hay que acabar con la pastoral tipo SNCF (N.T. la Renfe en España). Hay que cerrar algunas líneas y abrir otras. Cuando uno se adapta a la gente, a su manera de vivir, a sus horarios, la asistencia aumenta, también a la catequesis. Y la Iglesia tiene esta capacidad de adaptación.

¿De qué forma?

Nosotros ya no tenemos el personal suficiente para una división territorial con 36.000 parroquias. Y entonces, o bien lo consideramos una desgracia de la que hay que salir a cualquier precio y resacralizamos al cura, o bien inventamos otra cosa. La pobreza de la Iglesia es una provocación para que abramos nuevas puertas. ¿La Iglesia debe apoyarse en sus clérigos o en sus bautizados? Yo pienso que la Iglesia debería confiar en los laicos y dejar de funcionar sobre la base de una división territorial medieval. Esto es un cambio fundamental. Y un reto.

¿Ese reto supone el abrir el sacerdocio hacia los hombres casados?

¡Sí y no! No, ya que imagínese que mañana yo pueda ordenar a diez hombres casados, que los conozco, no es eso lo que falta. No podría pagarles. Deberían trabajar, por lo tanto, y no estarían disponibles más que los fines de semana para los sacramentos. Así regresaríamos a una imagen del cura vinculada sólo al culto. Sería una falsa modernidad.
Sin embargo, si cambiamos la manera de ejercer el ministerio, si su función en la comunidad es otra, entonces sí, podemos considerar la ordenación de hombres casados. El cura no debe seguir siendo el patrón de la parroquia; debe de apoyar a los bautizados para que se conviertan en adultos de fe, debe formarlos, evitar que se replieguen en sí mismos..
Es él [el cura] quien debería recordarles que son cristianos para los otros, no para sí mismos. Entonces, él presidirá la eucaristía como un gesto de fraternidad. Si los laicos siguen siendo menores de edad, la Iglesia no tendrá credibilidad. Ella debe hablar de adulto a adulto.
Usted considera que la palabra de la Iglesia ya no se adapta al mundo. ¿Por qué?
Con la secularización, se formó una especie de “burbuja espiritual” dentro de la cual flotan las palabras. Comenzando por la palabra “espiritual”, que cubre prácticamente cualquier tipo de mercancía. Por lo tanto, es importante dar a los cristianos los medios para identificar y expresar los elementos de su fe. No se trata de repetir una doctrina oficial sino de permitirles decir libremente su propia adhesión.
Frecuentemente es nuestra manera de hablar la que no funciona. Hace falta descender de la montaña al llano y hacerlo humildemente. Para ello se requiere de un gran trabajo de formación, ya que la fe se había convertido en algo de lo que no se hablaba entre cristianos.


¿Cuál es su mayor preocupación sobre la Iglesia?


El peligro es real. La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una subcultura. Mi generación estaba apegada a la idea de inculturación, a la inmersión en la sociedad. Hoy en día, el riesgo es que los cristianos se encierren y endurezcan simplemente porque tienen la impresión de estar frente a un mundo de incomprensión. Pero no es acusando a la sociedad de todos los males como alumbramos a la gente. Al contrario, hace falta una inmensa misericordia para con este mundo donde millones de personas mueren de hambre. Nos toca a nosotros amansar a ese mundo, nos toca a nosotros volvernos más amables.